Jesús dijo a sus discípulos: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; ¿o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque esta es la Ley y los Profetas».

Mt 7, 7-12.

Se me invita a centrarme en la oración de petición.

No se trata de vivir desde la exigencia sino desde la confianza de compartir con Dios mis anhelos más profundos, mis deseos, mi verdad expresada en todo aquello que busco. Por un momento me pregunto:

¿Qué estoy buscando en mi vida?
¿Qué deseos llevo en mi corazón?

Fijémonos en las palabras con que termina el evangelio de hoy diciendo. ¡Todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros hacedlo vosotros con ellos! ¿Si alguien nos pide, Que es lo que nosotros deseamos? Me parece a mí que nosotros desearíamos que el que nos pida nos agradezca, y que el que nos pida nos pida algo que no sea solo en beneficio de él sino que también sea en beneficio nuestro.

Son dos condiciones que debemos tener en cuenta en la petición.

“Pedir y Agradecer” porque es lo que deseamos nosotros que nos ocurra.

Aquella persona que se acerca a nosotros a pedir y se olvida de nosotros cuando ha conseguido lo que quiere. ¡Hay injusticia!, hay por lo tanto la falta de gratitud, es un pecado contra la justicia, o, dicho de otra forma.

Agradecer no es una opción, agradecer es una obligación. Tenemos el deber de agradecer, tenemos el deber de amar a quien nos ha amado primero, no es una cuestión opcional de si “puedo o no hacerlo”, sino, que tengo el deber de hacerlo, es de justicia agradecer, es un deber agradecer”.

Nosotros experimentamos la ingratitud hacia nosotros como un daño, como una ofensa, como algo a lo que teníamos derecho y no nos lo han dado, bueno pues, del mismo modo lo experimenta Dios, mayor aún, porque nos ha dado muchísimo más de lo que nosotros somos capaces de dar a cualquiera, nos ha creado entre otras cosas, nos ha redimido.

Lo que deseamos que hagan con nosotros, que los que nos piden nos agradezcan. “Hagámoslo nosotros con Dios. Pedir y Agradecer”.

J. M. Rodríguez Olaizola, sj.
G.C.R.