Lc 19, 1-10

“En aquel tiempo entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad, un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los cobradores de impuestos y muy rico trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía porque era bajo de estatura, corrió más adelante y se subió a una higuera para verlo porque tenía que pasar por allí. Jesús al llegar a aquel sitio levantó los ojos y dijo a Zaqueo. Baja enseguida porque hoy tengo que alojarme en tu casa, el bajó enseguida y lo recibió muy contento, al ver esto todos murmuraban diciendo ha entrado a hospedarse en casa de un pecador, pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor, mira la mitad de mis bienes Señor se la doy a los pobres y si de alguno me he aprovechado le restituiré cuatro veces más. Jesús le contestó hoy ha sido la salvación de esta casa también este es hijo de Abraham porque el hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

Palabra del Señor.

Dice un escritor, un teólogo alemán Bonhoeffer, que “la gracia de Dios es gratuita pero no barata, que la fe es un don que Dios da a los hombres pero que tampoco es barata y que ser cristiano es un regalo pero que tampoco sale gratis”.

Comento esta cita porque el evangelio de hoy nos habla de la conversión. La conversión tiene al menos tres grandes puntos y conviene que lo repasemos para darnos cuenta si nosotros los hemos recorrido o por si por el contrario a lo mejor falta algún punto por completar, porque si falta algún punto, posiblemente es que todavía nos queda mucho por terminar ese proceso de convertirnos al amor de Dios.

Lo primero de todo es que uno no se convierte sino ha gustado y disfrutado del amor de Dios.

La conversión no es un proceso racional, no llegas a él porque gracias a tu capacidad intelectual has deducido: “Tengo que cambiar de vida porque a Dios esta forma de vivir no le agrada”.

Dice el padre José Luis Martín Descalzo que difícilmente una persona puede convertirse, puede cambiar de vida, si no es porque ha sido amado, querido y experimentar que para amar de verdad tiene que salir del mundo en el que ha estado viviendo y cambiar de comportamiento.

Jesús se acerca a los hombres, es Jesús el que viendo a Zaqueo que tiene interés en conocer a Cristo. Era bajo de estatura y se sube dicen otros paralelos a una higuera para poder ver a Jesús que iba a pasar por allí, pero es Cristo el que entra en su casa, es Cristo el que toma la iniciativa y le dice: “Zaqueo tengo que ir a comer contigo”.

Es el Señor el que nos ama y porque nos ama envió a su hijo al mundo para que aquellos que hemos sido desobedientes, que fuimos creados por amor, que nos dieron una conciencia para que supiéramos cómo teníamos que vivir, pero debido al pecado original nos fuimos a experimentar como el hijo pródigo, a buscar otros caminos para encontrar la felicidad y no encontramos esa felicidad sino que perdimos la dignidad e incluso la salud.

Pero Dios, que es un Dios que nos ama mucho, más de lo que nosotros podemos llegar a comprender envía a su hijo al mundo. Es Cristo el que te ama, se acerca a ti para tocarte el corazón para decirte que no hay nada que sea tan grande que pueda separarte de su amor puesto que nos ama muchísimo, más de lo que nosotros podemos llegar a comprender.

¿Cuándo llega la conversión a nosotros? Cuando entendemos que Dios nos ama, cuando sentimos que el Señor nos quiere. No llegamos a esa conversión, a ese deseo de convertirnos por un proceso racional, intelectual ni moral sino por un proceso de amor. “Te sientes amado y necesitas corresponder al amor”.

G.C.R.