Fiorello LaGuardia fue alcalde de Nueva York durante los años de la Gran Depresión y fue un alcalde muy querido por todos los ciudadanos.

Una noche gélida de invierno, el alcalde se presentó en el juzgado de uno de los barrios más pobres de la ciudad, envió al juez a casa y ejerció de juez en su lugar.

A los pocos minutos una mujer que había robado dos barras de pan fue llevada ante el juez por la policía. Le dijo al juez que su hija había sido abandonada por su marido, que estaba enferma y que sus dos nietos tenían mucha hambre.

El panadero por su parte se negaba a retirar los cargos contra la mujer y le decía al juez que el barrio era muy peligros y que tenía que ser castigada para que los delincuentes aprendieran la lección.

El alcalde, ahora juez, se dirigió a la mujer y le dijo: Tengo que castigarla. La ley es para todos. Pagará diez dólares o tres días de cárcel. Mientras decía esto sacó diez dólares del bolsillo y los echó en el sombrero. Aquí están los diez dólares de su multa y además voy a poner una multa de cincuenta céntimos a todos los que están en el juzgado por vivir en una ciudad en la que una persona tiene que robar pan para que coman sus nietos.

Sr. Alguacil haga la colecta y entréguesela a la acusada. El panadero, los delincuentes y los policías allí presentes pagaron sus cincuenta céntimos de multa y la acusada se fue a casa con 47,50 dólares.

1. El alcalde cumplió la ley y fue más allá de la ley. Cumplir la ley, cumplir los diez mandamientos, tiene su mérito, pero el evangelio de Jesús es una invitación a ir más allá de la letra de la ley.

Mateo escribe su evangelio para una comunidad de seguidores de Jesús que son judíos, una comunidad apegada a la ley, a Mateo le interesa subrayar que Jesús “no ha venido a abolir la ley si no a darle plenitud”.

A Jesús le gustaba citar al profeta Oseas. “Misericordia quiero y no sacrificios”.

A Jesús le gustaba quebrantar la ley del sábado sanando a los paralíticos y mandándoles cargar con su camilla, cosas que ley prohibía y que los fariseos criticaban.

Jesús iba siempre más allá de la ley.

2. Jesús no es una ley ni un código nuevo de normas imposibles. Jesús es evangelio, buena noticia, es libre y es libertad.

Ninguno de nosotros puede presumir de ser perfecto, sólo Dios es perfecto, ninguno de nosotros puede presumir de cumplir toda la ley. Todos podemos ser misericordiosos, todos podemos vivir vidas entregadas a Dios y a los hermanos.

Todos podemos quebrantar la ley para ir más allá de la ley.

Más de una vez alguien me dice: “Fíese de mí. Yo soy un hombre legal”. Muchas veces en las confesiones oigo decir: Padre, yo no robo, yo no manto, yo no tengo aventuras fuera del matrimonio, yo no blasfemo, yo no miento… Sí, está muy bien, pero este cumplimiento de la ley no es garantía de salvación, de liberación humana y cristiana.

Usted puede ser “un hombre legal”, un hombre perfecto y un perfecto fariseo, pero usted no es por eso un seguidor de Jesús. Jesús nos pide ser mejores que los fariseos de su tiempo y los de todos los tiempos. Si reducimos el cristianismo a cumplir la ley, hemos reinventado un nuevo fariseísmo, la religión de nuestras fuerzas, la religión de las normas y la religión vivida bajo la amenaza del castigo y del premio.

Usted puede ser “un hombre legal” ante los hombres pero no ante Dios que quiere hacerlo bueno, feliz, lleno de el, que vaya más allá de la ley.

Cierto, la Iglesia, como todas las instituciones, necesita promulgar normas y regulaciones, quiere ser un territorio en orden, bajo la ley humana. El evangelio de Jesús va más allá de las normas.
* No matar, de acuerdo, pero hay muchas maneras de matar sin matar.
* No fornicar, de acuerdo, pero hay muchas maneras de fornicar sin acostarse con nadie.
* No jurar, de acuerdo, pero lo importante y necesario es decir la desnuda verdad.

3. Cuando solicitamos un trabajo, en la entrevista, presentamos nuestro yo ideal, decimos nuestras virtudes y capacidades y escondemos nuestro yo más oscuro y profundo, el de los deseos inconfesables, el de las actitudes mundanas, el del corazón endurecido.

Cuando Jesús tomó el trabajo de Salvador se comprometió a cumplir toda la ley hasta la Cruz, en el amor total e incondicional y en la sumisión a la voluntad de Dios Padre. Así cumplió toda la ley, así llevó a su plenitud toda la ley. A nosotros, sus seguidores, nos invita a ir más allá de la ley.

Dios nos pide todo y nos da todo. Sólo con su ayuda podemos vivir la ley del amor, la única ley que Jesús quiere que cumplamos.

Estamos invitados a ser libres y podemos elegir ser “hombres legales” y contentarnos con el cumplimiento ritual y externo o podemos elegir ser hijos de Dios y vivir desde dentro la dimensión de la gratuidad y de la generosidad que va más allá de la ley.

P. Félix Jiménez Tutor.