Mt 12, 46-50

La Biblia no es un libro. Más bien es una biblioteca dividida en dos partes, Antiguo y Nuevo Testamento. El Antiguo, según los católicos, lo componen 46 libros. En estos 46 libros destacan dos preguntas, las cuales debiera hacerse toda persona que viene a este mundo. La primera es “Adán, ¿Dónde estás?”. La segunda” ¿Dónde está Abel, tu hermano?”. Dos preguntas profundas, incisivas formuladas en el siguiente escenario: “Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre: “¿Adán, dónde estás?”. Él contestó: “Te oí en el jardín, me dio miedo porque estaba desnudo y me escondí”. En cuanto a la segunda pregunta: “Cuando estaban en el campo, se echó Caín sobre su hermano Abel y lo mató. El Señor dijo a Caín: ¿Dónde está Abel, tu hermano? Contestó: No sé, soy yo, acaso, el guardián de mi hermano?.”

Dos preguntas, que sugieren otras muchas. Cómo me posiciono en la vida, en qué lado estoy, cómo reacciono ante el bien o ante el mal, a cualquiera, sobre todo, si es dirigente, se le pregunta en qué lado estás. No es una pregunta de geografía, sino de moral, de comportamiento. Por ejemplo, ante los demás, ante el prójimo, si soy solidario o no, si me importa o no el otro o, por el contrario, si soy un individualista redomado.

Esta semana leía una larga entrevista hecha a Roger Federer. Un fuera de serie. Tal vez el mejor tenista de la historia. Le pregunta el periodista: “Federer, un estudio del Reputation Institute le señaló hace años como el segundo ser humano más respetable del mundo solo por detrás de Nelson Mandela”. Respuesta: “el deporte profesional se ha vuelto hoy día extremadamente competitivo y monetarista, pero los deportistas no podemos olvidar nuestros fundamentos, que son el esfuerzo, la disciplina, la vida sana y el juego limpio, y debemos dar ejemplo de ello. Solía ir a la iglesia de niño con mi padre, y ahora me gusta ir con mis hijos, incluso los he llevado al Vaticano. Somos una familia cristiana y sí, la religión es importante para mí”. Una contestación a través de la cual, Federer nos da una fotografía suya.

Jesús se interroga a sí mismo: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”. Y la respuesta no fue muy clara, pues consistió en pasear su mirada por el público que le escuchaba y añadió: “Éstos son mi madre y mis hermanos”.

Una respuesta austera y sin concesiones al público.

Siguiendo con la preguntas, ¿Somos de los que cumplimos la voluntad de Dios?, ¿Qué comentaría Jesús sobre el proyecto de vida de Federer?. Seguro que nosotros hallaríamos defectos importantes en el programa del tenista, empezando por su alto nivel de vida. Y de nuestro modelo de vivir, también. Vivimos tiempos de una competencia salvaje, sin piedad, en los que todo el que asoma la cabeza le llueven flechas envenenadas. A la pregunta ¿dónde estoy yo?, ¿dónde debiera estar?, Jesús nos da una pista cuando dice “mi madre y mis hermanos son los que cumplen la voluntad de Dios”. Ante quien descuella o se hace notar por alguna circunstancia acuden las consabidas preguntas: Si es conservador, progresista, radical, carismático, si es un hombre de equipo, en qué ambiente se mueve, a que corriente pertenece.

Dos preguntas básicas. Si importante es conocer, en qué lado estamos no es menos decisivo saber cómo miramos a los desfavorecidos.

c/c Federico Ma. Sanfelíu, S.J.