Domingo 4 del Tiempo Ordinario c

Hoy la Palabra de Dios nos habla de profetas y de profetismo. Profetas y profetisas no son las personas que adivinan el futuro, sino aquellas personas que nos hablan en nombre de Dios, son como la boca del Señor.

1. Como leemos hoy en la primera lectura de Jeremías, los profetas han sido llamados y consagrados por Dios desde las entrañas de su madre, enviados al pueblo, sobre todo en momentos históricos difíciles y conflictivos, para anunciar los planes y proyectos de Dios, para llamar a la conversión al Señor, para iluminar y consolar al pueblo. Su mensaje es doble: la fidelidad al Señor y la defensa de los pobres y la justicia. A menudo son rechazados por los dirigentes políticos y religiosos del pueblo, pero el Señor los apoya.

2. Lucas nos habla hoy de la presencia de Jesús en Nazaret, cuando lee y actualiza la profecía de Isaías 61, dejando de lado palabras de venganza y hablando sólo de gracia y perdón. Es rechazado por su pueblo y lo quieren despeñar desde el risco de la montaña, anunciando ya lo que será la pasión y muerte de Jesús, el profeta del Nuevo Testamento crucificado por los dirigentes, pero resucitado por el Padre.

Jesús de Nazaret es el gran Profeta, ya que es la Palabra hecha carne que habita entre nosotros. Pero su profetismo perdura en la historia a través del Espíritu que sopla en todas partes y llena el universo. Muchos de ellos también han sido rechazados y algunos incluso asesinados. Recordemos el profetismo de Francisco de Asís, Catalina de Siena, Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola, Bartolomé de Las Casas, Carlos de Foucauld, y más recientemente de Juan XXIII, Oscar Romero, Espinal, Ellacuria, Casaldàliga; también otras Iglesias recuerdan profetas como Luther King, Desmond Tutu, Mandela; otras religiones como Gandhi. El Papa Francisco ¿no es también hoy un profeta para nuestro tiempo?

Debemos escuchar a los profetas de ayer y de hoy, más aún, todos los cristianos, por el bautismo participamos del profetismo de Jesús, y tenemos que dar testimonio de la presencia, bondad y misericordia de Dios y de la lucha por la justicia y los pobres, aunque todo esto hoy en un mundo medio agnóstico y acomodado no sea “políticamente correcto”: ningún profeta es bien recibido en su tierra natal …

Víctor Codina, sj.