Jn 6, 24-35

1. En la Palabra de hoy nos encontramos a algunas de las personas que se acercan a Juan el Bautista y le preguntan sobre lo que deben hacer para que sus vidas se ajuste a la de Dios. Es como si le preguntaran: ¿Qué frutos de arrepentimiento debemos de mostrar nosotros en nuestra vida?

La respuesta de Juan no les lleva a intrincados caminos interiores, a meterse dentro de sí de una manera casi enfermiza. Todo lo contrario. Lo que el Bautista les indica como señal de estar en el camino es el amor al prójimo, una amor desde la realidad concreta de cada uno. Es más, dice incluso cómo debe ser ese amor a los demás: un amor que comparte.

2. En estas fechas cercanas a la Navidad suena esta Palabra como una provocación. Nuestra fe no se puede vivir sin compartirla, sin comunicarla, sin hacer partícipe a los demás.

Hay cristianos que viven en un intimismo enfermizo al que le ponen el calificativo de “cristiano” para ocultar sus propios traumas y complejos.

En lugar de ponerse cara a cara con el Señor y decirle radicalmente “¿Qué tengo que hacer para que mi vida sea la que Tú quieres que sea?” prefieren quejarse de lo dura que les ha sido la vida; de lo mal que se lo han hecho pasar los otros; de las cosas que un día quisieron y no lograron… El Evangelio tiene que ser un motivo de provocación y de llamada a la acción no un refugio de mentes enfermizas…

3. Todo este mensaje revolucionario de Juan les llevó a la gente a pensar en la posibilidad de que Juan fuese el Mesías esperado. La gente estaba expectante y veía que el Bautista podía encajar con la realidad del anunciado durante siglos. Pero rehusó todas las pretensiones de honor que supondría el que él fuese el Esperado. Su oficio era informar que el Reino de Dios estaba cerca.

Juan rechaza sin tapujos su posible mesianidad y dice que el Mesías es mucho mayor que él. Era consciente que su misión era la de ser profeta y reconocer que el que anunciaba era mucho más poderoso.

Detengámonos un momento en este punto.

Cuántas veces a la menor insinuación de la gente sobre nuestra bondad ya nos sentimos poco menos que mesiánicos. Todos los que trabajamos en la pastoral sabemos lo que esto significa. En la evangelización hay que trabajar mucho para obtener poco y siempre una palabra de aliento sobre nuestro trabajo nos llena de alegría cuando no de soberbia…

El trabajo pastoral no puede ser algo que haga cualquiera. Es una tarea más que seria que necesita de varias cualidades humanas y espirituales como son la humildad como reconocimiento de lo que somos ante Dios; la valentía para mirar cara a cara a Dios y que nos conozca de verdad; la simplicidad de la bondad, alejando de nosotros la mala idea y las percepciones mundanas; la serenidad y la paz interior como garante de nuestro seguimiento de Jesús.

No estemos orgullosos de lo que hacemos en pastoral entendiendo que esto es algo nuestro, producto de nuestras técnicas y metodologías. Estemos orgullosos de ser anunciadores del Señor Resucitado, vida completa y salvación eterna de las personas.

Muchas veces puede suceder que en lugar de anunciar esta noticia, muy dentro de nosotros lo que estamos buscando es el reconocimiento a nuestra labor desinteresada.

Juan era un predicador práctico, gran parte de sus predicaciones consistía en exhortaciones, con las que incitaba a la gente a cumplir con su deber. Hoy como ayer necesitamos predicadores que nos indiquen el camino en nuestra vida, no fuera de nuestra vida. Hay veces que predicamos proponiendo a la gente poco menos que salir del mundo y nos olvidamos de la frase de Jesús: “estén en el mundo, pero no sean del mundo…”

La Navidad no es otra cosa que la celebración de la presencia de Dios en nuestro mundo, en nuestra vida, en lo que nos rodea. Puede ser que todo esté lleno de lejanía de Dios, pero no por ello podemos decir que todo es intrínsecamente malo.

¿Qué debemos de hacer? “Aceptar la Palabra y dejar que Dios nazca en nuestro interior para que podamos decirlo, con verdad y con autenticidad, a los que nos rodean. ¿De qué sirve que Jesús nazca 2018 veces si no nace aunque sólo sea una vez en tu corazón…?”

c/Federico Ma. Sanfelíu s.j.