PARÁBOLA DE LOS PUERCOESPINES ATERIDOS
Arthur Schopenhauer.

Era invierno y los puercoespines, aislados cada uno en su rincón, tenían frío. Transcurrieron unos días, hasta que se les ocurrió que una buena forma de calentarse, sería apretarse unos contra otros.

Al acercarse, sintieron un agudo dolor, por las heridas que se producían unos a otros con sus púas, y volvieron a alejarse. Al poco tiempo, el frío se tornó insoportable, y volvieron a buscar el calor de los cuerpos amigos. Los pinchazos, les recordaron, que, tratándose de puercoespines, el exceso de cercanía era peligroso.

Decididos, sin embargo, a no dejarse vencer en su lucha contra el frío, se alejaron y se acercaron varias veces, hasta que alcanzaron una distancia óptima, que les permitió estar calentitos, pero sin lastimarse.

Todo el juego de la vida consiste en encontrar continuamente la distancia que nos permite al mismo tiempo ayudarnos los unos a los otros y no hacernos daño. Aceptar que el otro no sea yo, que posea caminos propios y al mismo tiempo no aceptar la separación, aprender a vivir con provecho.

C/ Federico Ma. Sanfelíu, s.j.