Un paseante vio una vez a un pastor que, subido a una escalera, daba de comer de las tiernas ramas de un árbol a una cabra que llevaba en brazos. A cada rato debía bajarse de la escalera y buscar una nueva posición donde subirse, para que la cabra comiera hojas verdes.

Intrigado, preguntó a aquel hombre:

-¿Qué haces ahí subido a la escalera?

-¿No lo ves? -contestó el pastor-. Doy de comer a la cabra.

-¿Y cómo se te ocurre hacer eso? -volvió a preguntar de nuevo-.

No ves que así vas a tardar muchísimo tiempo?

-¿Y qué prisa tiene la cabra?.

C/ Federico Ma. Sanfelíu, s.j.