Un molusco estaba muy orgulloso de su caparazón. Le decía a un pez:
– “Sí señor; el mío es un castillo muy fuerte. Cuando lo cierro, nadie puede hacer más que apuntarme con el dedo.”
Así, mientras estaban hablando, se sintió un chapoteo. El pez huyó prestamente, mientras que el otro se encerró en su envoltorio.
Pasó un buen rato y el molusco empezó a preguntarse qué había sucedido.
Como todo parecía muy tranquilo, abrió sus valvas para indagar y notó que ya no se hallaba en su medio habitual.
Efectivamente, estaba junto a cientos de otros animales semejantes a él, en un puesto de mercado, debajo de un cartel que decía:
– “1000 el kilo”
Cuento japonés.