Trigésimo segundo domingo – Tiempo Ordinario
1 Re 17, 10-16; He 9, 24-28; Mc 12, 38-44

¡Bien lo sabemos …! Hoy no se trata de aprender nada nuevo, sino de “gustar” lo que ya sabemos, de volver a ver y saborear despacio el cuadro de la viejecita que da 2 monedas de 5 centavos. ¡Esta ofrenda poco ayudaría a las necesidades del inmenso y suntuoso Templo del Dios Yahvé …!

1. Cuando miramos el mundo (tanto el gran mundo, como el pequeño mundo familiar, comunitario) a menudo quedamos asombrados: es todo un mundo que hay que rehacer desde los cimientos. Y cada uno de nosotros quedamos abrumados, nerviosos, culpabilizados por nuestra impotencia. ¿Qué puedo hacer yo?

Hoy llegamos a la última escena de la vida pública de Jesús según la contemplación que hace Marcos. Jesús ha llegado a Jerusalén, lleva en el corazón el buen gusto del camino hecho ante el Padre y el mal gusto de los fracasos en Galilea, tanto con la gente religiosa, como con el pueblo, e incluso con sus buenos amigos, los discípulos íntimos (lo hemos ido viendo a lo largo del año). Y ahora en la explanada del Templo todas las autoridades se le han lanzado encima para desautorizarlo, con la idea de aniquilarlo, con la muerte, si es necesario. Qué panorama!

2. Y enseguida nos surge la pregunta: “Señor, ¿qué puedo hacer yo por ti y por el advenimiento del Reino?”. Y a lo mejor pienso en hazañas grandes y ruidosas, en atrevidos “planes estratégicos” (siempre necesarios, no seamos ingenuos!) Y Dios quiera que no pensemos en espadas como Simón Pedro en Getsemaní para defender la imagen de Cristo y de reino que nos hemos imaginado.

—- Hagamos un paréntesis. Recordemos la narración de R. Tagore.

Un rey con rostro amable en una carroza fulgurante, se detiene ante un desvalido y le pide limosna. El pobre, atónito, sólo tiene 10 granos de trigo para su paupérrima comida. Coge uno y lo da al rey. Y disfruta de los ojos del rey que lo miran con una agradecimiento inconmensurable. Al llegar la tarde saca del zurrón los otros nueve granos para su comida y descubre que hay uno, que hace el número 10, que es un grano de oro puro. Y exclama: oh, si no hubiera guardado los otros 9, si lo hubiera dado todo, incluso mi corazón …!

3. Tras el paréntesis de Tagore, volvemos a Jerusalén. Marcos nos pone un cuadro lleno de poesía, el último acto en público de Jesús antes de la pasión. Es como un resumen de su vida y una propuesta para el discípulo.

1. Jesús sentado como maestro, al final de cinco duros debates en Templo, que aún resuenan cuando visionamos la nueva escena.

2. Unos ricos que dejan mucho dinero en la sala del Tesoro (por piedad o por chulería).

3. Una viuda pobre, la figura del desamparo y la precariedad …, vestida de negro, velo negro, medio encorvada, los años le pesan, rezando. Ella deja dos monedas de las más pequeñas (las de 5 centavos, las que ni nos cobran en la tienda!)

4. Jesús que ve muy adentro: ha visto el “valor”, no el “precio”, la “calidad”, no la “cantidad”. Nosotros nos hemos malacostumbrado a ver por la marca, por el precio. Es la cultura de la apariencia, valorar por el “precio”, no por el “valor”.

4. Jesús se emociona, los ojos le debieron brillar, estaba contemplando la Imagen de Dios en aquella mujer: una persona que ha dado el corazón. Ella no ha hecho como el pobre de Tagore, como nosotros cuando hacemos como el pobre de Tagore (que no es poco!). Jesús exclama (y nosotros con él): “todavía se puede creer en las personas”! Y sabe descubrir a las viudas pobres. Sabe valorar a la gente por el “ser” (no por el “tener”!). No por el orgullo de “tener”, sino por la dignidad de “ser”. Y nosotros pedimos esta sensibilidad.

Jesús en su camino ya lo ha hecho todo, ha predicado y animado en el Reino, repartió el gozo del Evangelio por doquier, ha luchado para romper todo tipo de estructuras obsoletas que han convertido injustas, ha creado estructuras de solidaridad, etc.

Ahora Jesús, antes de la pasión, es como la viuda desvalida, empobrecida de todo y de todos, que se presenta en el templo del Padre y deja las “dos monedas” mínimas que, en su desamparo, le quedan. Seguidamente nosotros, con el buen gusto de esta escena, podremos (después del discurso que Jesús hará en privado a sus íntimos sobre el advenimiento del reino) comenzar a leer la pasión y captar su profundidad …

F.R.