Me invitas Señor a adentrarme en la sombra, la experiencia del pecado y la fragilidad. Te pido también ahora que sepa acoger tu enseñanza, que pueda escuchar con oídos  atentos y humildad.

Gen 3, 1-8

La serpiente era más astuta que las demás bestias del campo que el Señor había hecho. Y dijo a la mujer: «¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?». La mujer contestó a la serpiente: «Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: ‘No comáis de él ni lo toquéis, de lo contrario moriréis’». La serpiente replicó a la mujer: «No, no moriréis; es que Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal».

Entonces la mujer se dio cuenta de que el árbol era bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable para lograr inteligencia; así que tomó de su fruto y comió. Luego se lo dio a su marido, que también comió. Se les abrieron los ojos a los dos y descubrieron que estaban desnudos; y entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron. Cuando oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, Adán y su mujer se escondieron de la vista del Señor Dios entre los árboles del jardín.

Miremos las sombras de tu creación herida.

“Seréis como Dios”, he ahí la tentación.

No nos conformamos con ser imagen de Dios, sino, querer suplantarlo.

Cuanta gente quiere convertirse a sí misma en el centro del mundo, la medida de todas las cosas, el único criterio moral.
Cuanta gente convencida que solo su voluntad, su deseo, su poder importan.

Hay algo muy gráfico en este relato, la experiencia de que el pecado se extiende como las piezas de un dominó que caen…, como una plaga, una vez que se desencadena, el mal va tocando todos los corazones y vidas, es lo que la Teología llama, “la idea del pecado original”. 

Esa ruptura primera, que acerca ya a toda la creación y la historia. Nos toca vivir en un mundo herido por el pecado, no hay más que mirar a muchas gentes golpeadas por el egoísmo de quien quiere jugar a ser Dios. 

Ahora, contempla a Adán y Eva escondidos de Dios… Qué expresiva es esa imagen del creador rechazado. El Señor Dios que pasa de ser visto como amigo, a ser visto como una amenaza.

Cuanta gente vive hoy dándole la espalda a Dios, unos por haberse convencido de que no existe, otros por elegir otras lógicas, otras metas, algunos por querer ser como dioses.

Tal vez en algunos momentos también yo me escondo de Dios aun sin darme cuenta.

Contempla de nuevo la escena, la Tentación representada por la serpiente y el fruto… Está ahí.

Tentación, no son cosas buenas que un Dios represor nos prohíbe, al contrario, son dinámicas, bienes, actitudes que en apariencia atraen pero esconden cadenas y mal.

“Pídele perdón a Dios teniendo presente a este mundo herido”.

FRUTO PROHIBIDO

Queríamos ser dioses.
Estábamos seguros
de tener el derecho,
la llave, la manera
de conquistar la vida,
Buscábamos el modo
de poseerlo todo.
Mirábamos, con rabia,
a la fruta prohibida.
Queríamos probarla.
Por estarnos vedada
más nos arrebataba.
¿Por qué aceptar los límites?
¿Qué nos impediría
tomarla por la fuerza?
¿Acaso no podíamos
conquistar el futuro
con el único impulso
de nuestra voluntad?
Traspasamos las líneas,
transgredimos las reglas,
mordimos aquel fruto
y solo tras hacerlo
comprendimos, heridos,
la amargura escondida
detrás de su apariencia.

José María R. Olaizola, sj

Estamos finalizando esta reflexión, mantén la petición de perdón, quizá te broten motivos concretos para esa petición, de tu vida, del momento presente, de este mundo en que nos toca vivir, sea lo que sea no te escondas de Dios. Acércate a Él y háblale confiando en su misericordia.

Gino Capelo Recalde.