Séptimo domingo – Tiempo Ordinario

Un evangelio exigente, desconcertante, molesto… Podemos calificarlo de muchas maneras. No deja indiferente. Ni es un genérico “debe llevaros bien” con tono de abuela buena y conciliadora, antes de entrar la torta en el horno.

Exigente, difícil… y absolutamente necesario. Buena Nueva total. Totalmente necesaria, siempre. Y también especialmente, hoy. En nuestros días, en los que parece que estamos todos muy nerviosos e impacientes. A la que salta… A la que salta, y saltamos nosotros!

1.- A vosotros os digo.

Jesús se dirige a sus discípulos. A los que le escuchan y le siguen con atención. A los que quieren aprender… y hacerle caso. “A vosotros, que me escucháis, os digo…”. Jesús nos habla a nosotros, discípulos de hoy. Con tono serio y diciendo lo que tenemos que hacer. Cómo conducirnos y relacionarnos con los demás. Con los que nos rodean. Con aquellos con los que tenemos conflictos y choques. A vosotros os digo…

Discípulos del Maestro, escuchamos su enseñanza, esta vez, dicha en imperativo.

Si llevamos el nombre de cristianos, y queremos serlo, tendremos que aprender a vivir así. Sin dilación y sin excusas. Estas son las características del Reino.

2.- Amad.

Amad a fondo y de verdad. “Hasta que duela”… como decía alguna santa benemérita de nuestro tiempo.

Y Jesús no se queda corto: Al enemigo, a los que os odian, a los que dicen mal, a los que os calumnian. Amad. Ninguna otra actitud que no sea la del amor. Poner en marcha la energía del amor. La que nos llevará a actuar y llevar a cabo diferentes realizaciones ante diferentes situaciones. Diferentes. Nunca la de colaborar con el mal, devolviéndolo y agrandándose el.

Posiblemente, amar a los enemigos y los que nos odian sea de las cosas más difíciles que alguien nos pueda pedir. Y Jesús nos lo pide. No desde una exigencia ética, ni de un ideal de conducta. Nos lo pide desde su experiencia y conocimiento de Dios.  Amad.

3.- Más allá de lógicas humanas estrechas.

Nos hemos adaptado casi del todo al esquema “acción – reacción”. Y lo hacemos en intensidades, medidas, formas… similares. Incluso hemos creado el criterio de “proporcionalidad en la respuesta”. Nos hemos acostumbrado tanto, que a menudo pensamos que no hay más salida que devolver lo que recibimos. “Naturalmente, salté”. “No me dejan otra opción”. “¿Qué otra cosa podría hacer”. “Si te quedas parado, te toman por tonto” … ¿Cuántas veces habremos escuchado -quizás, dicho?- estas y semejantes expresiones?

El de Jesús no es el código de circulación que estamos acostumbrados a emplear. Habitualmente, circule con diferentes lógicas.

La de la tribu: mis (buenos) / los otros (malos).

La lógica de la reciprocidad: Así me tratan, así respondo.

La lógica de la defensa de mi territorio y mis posiciones.

La lógica de la conveniencia: ahora mismo, ¿conviene? / ¿O no conviene?

Hay más, ciertamente. Hasta llegar a la lógica (ilógica) del “yo soy así y lo quiero así”.

Jesús nos lo pide, más allá de toda medida humana. Es otra cosa.

4.- Dios es así.

Compasivo y misericordioso, hemos respondido al salmo. Dios es el Amor, Él mismo.

Esta es la gran razón. Y a amar como Él aprendemos. Como ya hemos experimentado. Porque Él nos ha amado, desde el primer momento.

Porque Él es así. La gran e incontestable razón. El motivo que nos supera y nos desborda. Él es así. Él nos trata siempre con amor misericordioso. Siempre. A todos.

5.- Sed misericordiosos como Él.

Y, vosotros, discípulos que me escucháis, sed como Él. Aprended de vivir misericordiosamente. Perdonad. Romper las circulaciones del mal y las corrientes de la violencia. Sólo nos llevan a callejones sin salida.

Una de las principales tareas que tenemos pendientes es la entrar en la cultura del perdón y la compasión. Tenemos que aprender a perdonar. Experimentando el perdón de Dios, tenemos que aprender a perdonar. Porque a perdonar, se aprende. Y a pedir perdón. Hacer posible la reconciliación. Porque es posible.

Llamados a ser como Él es. Compasivos y misericordiosos. Él es así.

J. M. Esteban, s,j.