Cientos de personajes llenan las páginas de la Biblia, personajes que cumplen una misión y desaparecen para siempre.
El Adviento tiene su personaje, Juan Bautista, el telonero de Jesús. Juan Bautista, predicador del desierto, anuncia el comienzo del evangelio de Jesucristo, le prepara el camino y desaparece. Juan Bautista tiene que disminuir, Jesús tiene que crecer. Sólo Jesús y su Buena Noticia permanecen para siempre.
1. La conversión, sermón predicado miles de veces por todos los predicadores del mundo, sería el título del primer sermón de Juan Bautista en el desierto, escenario nada eclesial para un predicador.
Un profesor de universidad fue a visitar a un gurú, un maestro de sabiduría oriental y le dijo: “Maestro, enséñame lo que tengo que saber para ser feliz. He estudiado las Escrituras, he escuchado a los grandes maestros, pero aún no he encontrado la respuesta”.
El Maestro le invitó a té, llenó la taza y siguió echando té que se iba derramando por la mesa y el suelo.
El profesor sorprendido le dijo: “La taza está llena. Pare. Ya no cabe más”.
El Maestro le explicó: “Tú, como esta taza estás lleno de tus opiniones y de tus especulaciones. ¿Cómo puedo enseñarte el camino si antes no vacías tu taza?.”
2. ¿Cómo puedo llenarme del evangelio de Jesucristo y cómo puedo acogerlo si yo soy el centro, si yo lo lleno todo?
¿Podemos vaciarnos de nuestros prejuicios, de nuestras ideas fijas, de nuestros hábitos, de nuestra educación de nuestro orgullo, del siempre se hizo así, de la contaminación mediática ambiental, de ese bagaje acumulado a lo largo de los años?
Mi experiencia personal y mi observación de las personas que me rodean es que nadie vacía su taza. Nada nos cambia.
3. La conversión que predica Juan Bautista, el cambio que me pide es más profundo que desaprender catecismos y creencias viejas, es más que decir no a un pasado incambiable, es decir sí al evangelio de Jesucristo, comienzo de todo cambio, no es hacer más cosas para justificar mi existencia, es hacer menos, es tener una actitud nueva y centrada en lo importante, no lo interesante.
Marcos comienza el evangelio de una manera sencilla, no nos habla de pastores ni de ángeles ni de una algarabía celestial. Desde el inhóspito desierto grita una sola palabra: PREPARAD un camino al que viene, al que bautiza con Espíritu Santo, preparad un camino que lleve al corazón, la geografía más escarpada de la tierra.
La conversión es fruto de una profunda y sincera relación con Dios.
4. ¿Podemos cambiar? Por supuesto, porque hacer una opción verdadera y auténtica por Jesucristo nos hace relativizar toda la calderilla de las religiones, las cosas de la ciudad, sus doctrinas, sus ruidos y sus modas nos lleva al desierto, lugar donde Dios nos habla y nos llena de savia nueva.
El desierto es el lugar donde entro en relación con Dios, el guía del camino. Cada uno de nosotros tenemos que descubrir nuestro desierto donde Dios sale a nuestro encuentro y nos habla al corazón, nos consuela y nos trae del exilio a la tierra prometida, a su reino.
José Antonio Pagola.