Mi conducta queda determinada por mis creencias, y mis creencias están regidas por la suma creencia que es la fe en Dios. El concepto que tengo de Dios es lo que en definitiva preside mi vida y marca mis convicciones.

Dime cómo concibes a Dios, cómo lo llamas, cómo le rezas, cómo te lo imaginas cuando le hablas, cómo interpretas sus mandamientos y reaccionas cuando los quebrantas; dime qué esperas de él en esta vida y en la otra, qué sabes de él, qué has leído de él y crees de él….. dime todo eso y me habrás contado la biografía de tu alma.

La idea que una persona tiene de Dios es el compendio de su propia vida.

Toda una generación de creyentes ha aprendido un concepto legítimo pero limitado de Dios (todos los conceptos humanos de Dios son limitados); se encuentran por educación o por carácter, sin posibilidad de alternativa o voluntad de ampliación en su rígida catequesis.

Cuando las personas encuentran situaciones en la vida que no encajan con su concepto dejan el concepto y dejan a Dios. Es decir, dejan al Dios que conocían. Si lo hubieran conocido mejor, no lo habrían dejado. Hay que ampliar la catequesis, hay que abrirle las ventanas al alma, hay que dejar a Dios ser Dios.

P. Carlos G. Vallés s.j.