No demonizar la crisis
Domingo 33 C
¿Cómo vivir estos tiempos de «crisis religiosa» con lucidez y responsabilidad, sin desviarnos del evangelio y sin hundirnos en la desesperanza? Ésta es, tal vez, una de las preguntas más inquietantes que se despiertan hoy en quienes creemos en Jesucristo.
Es claro que la fe cristiana no se puede vivir ni comunicar desde actitudes negativas. Es inútil alimentar el victimismo, vivir de la nostalgia o acumular resentimiento. Todo eso nos aleja del espíritu con que vivía Jesús. Es el momento de aprender a leer y vivir estos tiempos de manera más positiva, confiada y evangélica.
- La llamada de Jesús a «perseverar» nos ha de hacer pensar. Es un error «demonizar» la crisis actual viviéndola como una situación imposible.
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- Dios no está en crisis. Continúa actuando en cada ser humano. Ninguna crisis puede impedir que el Creador siga ofreciéndose, comunicándose y salvando a cada uno de sus hijos e hijas por caminos que a nosotros se nos escapan.
- Esta humanidad tan querida por Dios vive sufriendo. No acierta con el camino que la podría conducir a una vida más digna y más dichosa. La crisis religiosa de la que tanto hablamos los creyentes es sólo un fragmento de una crisis más global que lo sacude todo. Nos puede inquietar qué va a ser de la Iglesia entre nosotros, pero, si miramos las cosas desde Dios, lo que nos ha de preocupar es qué va a ser del mundo.
- Lo importante es «perseverar»: no desviarnos del evangelio; buscar siempre el reino de Dios y su justicia, no nuestros pequeños intereses; actuar desde el espíritu de Jesús, no desde nuestro instinto de conservación; buscar el bien de todos y no sólo el nuestro. No nos engañemos: el que realmente piensa en la felicidad de todos es Dios, no nosotros.
«Perseverar» no es repetir de manera vacía palabras que ya no dicen nada, sino encender nuestra fe en contacto directo y personal con Cristo.
«Perseverar» no es ponernos a la defensiva ante cualquier cambio, sino mantener la capacidad de escuchar la acción de Dios en nuestros días.
«Perseverar» no es exigir a otros, sino vivir nosotros en continua conversión.
Orar es como amar
“Padre rece usted por mi, porque yo no tengo tiempo”.
Cuántas veces he oído estas palabras. Pero siempre hay tiempo para rezar. Porque rezar es como amar, y siempre hay tiempo para amar.
Ninguna madre, ningún enamorado dice: “ahora me tomo treinta minutos para amar”. El amor está entre las fibras, en las células, corre en la sangre, irradia los pensamientos, llama a la superficie de la conciencia de vez en cuando.
René Cesa Cantón.