El padre era cantante de rock, y no era muy famoso, pero esperaba que su hijo aprendería y se haría famoso, y se propuso enseñarle desde el principio. Se alegró cuando su mujer le dijo que estaba embarazada, y se preparó a enseñarle a su hijo desde la cuna.
La madre prefería la música clásica. Cuando su marido le contó sus planes para el niño, ella sonrió y no dijo nada. Solamente pensó: “Ya veremos quién gana. Te llevo nueve meses de ventaja.”
Mientras el padre estaba en la oficina, la madre ponía discos de música clásica por toda la casa. Acercaba su cuerpo, que ya eran dos, a la gramola que tocaba a Beethoven, Mozart, Bach, Vivaldi, Schumann y Schubert. La carrera del niño había comenzado.
El niño nació y creció y le gustó la música y la comenzó a aprender rápidamente. Su padre le introdujo a los secretos de la música moderna y de la guitarra eléctrica. El muchacho tenía buen oído y aprendía rápido. Al fin llegó el momento en que su padre le hizo la pregunta que definiría su vida: “¿Y qué quieres estudiar ahora?” Él contestó: “Música.” – “¿Y qué clase de música?” – “Música clásica.”
La madre sonrió. Fue ella misma la que me lo contó.
P. Carlos G. Vallés s.j.