Un hombre que tenía dos hijos de signo opuesto, uno muy optimista y el otro muy pesimista, siguió el consejo de un amigo de dar a cada uno por su 18 cumpleaños un obsequio muy distinto: algo fabuloso para el pesimista y algo horrible para el optimista. Tal vez así se equilibrarían los estados de ánimo, opinaba el amigo.
Llegado el día, el padre hizo salir a los chicos a ver los dos regalos que estaban tapados en la calle por sendas sábanas.
El pesimista descubrió una potente moto japonesa y empezó a gritar y llorar a su padre: “¡Tú lo que quieres es que me mate!”
El optimista destapó un enorme excremento y empezó a bailar, loco de alegría.
– “¿Qué celebras, idiota?”, le preguntó su hermano.
A lo que el optimista contestó: “Si aquí hay este excremento es que enseguida viene mi caballo”.
C/ Federico Ma. Sanfelíu, s.j.