Introducción
Cien Cartas sobre la Oración Interior.
Queridos miembros de los Equipos de Nuestra Señora.
El Vaticano Segundo ha recordado insistentemente a los laicos la exigencia evangélica de su “presencia en el mundo”, pero y esta parte quizá no ha sido suficientemente señalada – los ha exhortado también con la misma intensidad a hacerse, en primer lugar, “presentes ante Dios”. En efecto, ¿qué tipo de presencia en el mundo tendrían unos testigos que no conocieran bien a aquel sobre el que deben dar testimonio, unos mensajeros que no escucharán a aquel cuyo mensaje deben transmitir o unos obreros que no siguieran las consignas del maestro de obras.?
La oración es donde tiene lugar esencialmente ese hallarse en la presencia de Dios; hablo de esa oración que es en primer término adoración y ofrenda de uno mismo. Por eso, iniciar y ayudar a los cristianos a orar no ha sido nunca más urgente que en esta época en la que están tomando una conciencia más clara de su vocación Apostólica y de sus tareas terrenales.
Esta es la razón de ser de este libro, que reúne 100 cartas sobre la oración, muchas de las cuales ya han ido apareciendo en los Cuadernos sobre la Oración. Están agrupadas en diez capítulos que tocan diez temas fundamentales.
Este volumen no es un tratado sobre la oración. El que lo aborde así se sentirá decepcionado. Estas páginas no pretenden decirlo todo sobre el tema y no se presentan con la rigurosa lógica de un manual. Son más bien a modo de un intercambio, organizado desde distintos puntos de vista. Son respuestas que se van dando a preguntas espontáneas y variadas que han ido surgiendo en un tono cercano de conversación familiar.
Sin embargo, no se puede dudar de que toda una teología de la oración está contenida en estas páginas, del mismo modo que se encuentran en ellas la experiencia de hombres de oración que han ido enriqueciendo la tradición cristiana a lo largo de los siglos.
También habría que evitar leer estas páginas de un tirón. Eso significaría no haber captado su mensaje. El deseo del autor sería que el lector no leyera más que una por día y que esta Carta se leyese como ha sido escrita en un clima de oración. Como tema de meditación, como una invitación a entrar en la vida de Dios…
La oración es donde tiene lugar esencialmente ese hallarse en la presencia de Dios; hablo de esa oración que es en primer término adoración y ofrenda de uno mismo. Por eso, iniciar y ayudar a los cristianos a orar no ha sido nunca más urgente que en esta época en la que están tomando una conciencia más clara de su vocación Apostólica y de sus tareas terrenales.