Cien cartas para la oración, Padre Henri Caffarel

Carta No 1 – Eres Esperado

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Cien Cartas sobre la Oración Interior. 
Carta No. 1

Cuando vamos a orar, es preciso que tengamos la convicción de que Dios nos espera.

Una sensación de desasosiego nos invade cuando al llegar a una ciudad desconocida, a un puerto, a una estación, a un aeropuerto, vemos que nadie nos espera. Por el contrario, si un rostro amable nos acoge, si hay unas manos que se tienden hacia nosotros, enseguida nos sentimos totalmente reconfortados liberados de la dura impresión de encontrarnos extraviados perdidos. Ya no nos importan entonces esas costumbres, esa lengua, toda esa nueva ciudad desconcertante. Si para alguien al menos somos un amigo, soportamos con entereza ser para todos los demás un extranjero.

Nos anima también descubrir en la casa, en la familia que nos hospeda, los signos que muestran que nos esperaban. No necesitan decir mucho para que lo adivinemos su acogida, una cierta calidad de atención son suficientes. Y en nuestra habitación, esas flores ese el libro de arte porque conocen nuestros gustos, son también una prueba de lo mismo.

Querría, querido amigo, que al ir a hacer oración tuviera siempre la fuerte convicción de ser esperado, esperado por el padre, por el hijo, por el Espíritu Santo, esperado por la Familia Trinitaria, que tiene un lugar preparado para ti.

Recuerda lo que dijo Cristo, “voy a prepararles un lugar”. Quizá me objetarán que hablaba del cielo. Es verdad. Pero, justamente, la oración es el cielo, por lo menos en lo que tiene de realidad esencial, la presencia de Dios, el amor de Dios, la acogida de Dios a sus hijos. El señor nos espera siempre.

Aún más: apenas hemos dado algunos pasos cuando ya viene él a nuestro encuentro. Recuerden la parábola:

“Su padre lo vio de lejos y se enterneció; salió corriendo, se le echó al cuello y lo cubrió de besos” y, sin embargo, ese hijo había ofendido gravemente a su padre. Eso no impidió que fuera esperado con impaciencia.

“Su padre lo vio de lejos y se enterneció; salió corriendo, se le echó al cuello y lo cubrió de besos” y, sin embargo, ese hijo había ofendido gravemente a su padre. Eso no impidió que fuera esperado con impaciencia.

Henri Caffarel.

Querría, querido amigo, que al ir a hacer oración tuviera siempre la fuerte convicción de ser esperado, esperado por el padre, por el hijo, por el Espíritu Santo, esperado por la Familia Trinitaria, que tiene un lugar preparado para ti.