Al terminar el año litúrgico, el calendario de la iglesia nos invita a todos, pequeños y grandes, a preparar el viaje más importante de todos: el viaje a los brazos del Padre.
1. Todos nacemos con el billete de regreso a Dios ya en la mano. Es el único billete que se nos da gratis.
Pero vivimos tan preocupados por tantas cosas, tantos negocios, tantas luchas, tanto cuidado de salud y enfermedad, de trabajo y plata, y tan perdidos en este laberinto de amores y desamores, que la vida se nos pasa y no preparamos el viaje a la nueva vida.
Hermanos, el Evangelio de hoy nos habla de esta peregrinación hacia el final, el gran jubileo, nuestra esperanza se mantiene viva y vigilante, una esperanza de que lo mejor está aún por venir.
2. ¿Y cómo ser hombres y mujeres de esperanza?
¿Y cómo vivir sin miedo al final, a la muerte?
- Porque creemos que Jesús ha vencido a la muerte. Porque el Espíritu Santo es fuego que purifica día a día nuestra escoria y nos limpia para la vida con Dios.
- Porque la Palabra de Dios que proclamamos es alimento y garantía de salvación.
- Porque la comunidad de fe nos da ilusión y seguridad de que somos amados y porque esta eucaristía que, juntos, celebramos es la fiesta y el anticipo de la gloria que nos espera.
3. “Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad”.
En un lenguaje, estilo película de Spielberg, se nos anuncia el final.
El mensaje no está ni en el cómo ni en el cuándo.
- El mensaje está en que Jesucristo vendrá, y vendrá a buscar a los suyos, vendrá a buscarte a ti.
- Cielo y tierra pasarán, pero las palabras de Jesús no pasarán y su promesa se cumplirá. El mensaje es de amor. El que me ama está cerca, está ya a la puerta.
Preparar esta venida de Jesús no es tarea de un día, la víspera.
En el calendario están señaladas en rojo las fiestas y los domingos pero no está marcada ni la hora de mi muerte ni la hora de mi encuentro último con Dios.
Los santos vivían cada día como si fuera el último día, en la presencia de Dios.
Nosotros pensamos, todo es Ok si no me pillan.
No, hermanos, todos nuestros actos tienen consecuencias. Vigilancia.
4. A mí me gustaría, ante el final, no sentir odio a nadie y que nadie me odiara.
- Lo más precioso que tenemos son los hermanos, los otros, y necesitamos tener todas nuestras relaciones en armonía. La vida de por si es dura, pero qué dura se vuelve vivida bajo las amenazas de los demás. Vigilancia ya hoy.
- A mi me gustaría, ante mi final, no deber nada a nadie. No deber ni grandes ni pequeñas cosas. Cuando Sócrates iba a morir le dijo a su amigo: “Le debo un gallo a Asclepeyo, págalo sin falta”. Porque si somos fieles en las cosas pequeñas, seremos personas dignas de confianza. Vigilancia y oración desde ya.
- A mi me gustaría, ante mi final, creer con todas mis fuerzas en el Dios que me amó, me ama y me amará por siempre.
5. Hermanos, nosotros vivimos ya la plenitud de los tiempos. Ya Alguien, Jesucristo, pagó mis deudas, sanó mis odios, me dio fuerza para creer.
Este Señor me invita a:
- Orar que es celebrar su victoria y la mía. Aquí oramos y vemos venir al Hijo del hombre con poder y amor hacia cada uno de nosotros.
- Vigilar: no todo vale, incluso si nadie me pilla in fraganti, mi actuar repercute a mi alrededor.
- Vigilar, sí, para elegir el camino de la vida.
- Resistir: rodeado por el mal y los malos resisto a todo lo que me impide ver la venida de Cristo.
- Creer: enamorarme del que está más allá y por encima de todos nosotros.
P. Félix Jiménez Tutor.