Carta No 11 – Creer en el sol
Cien Cartas sobre la Oración Interior.
Carta No. 11
¿Por qué agitarnos tanto como si el valor de nuestra oración dependiera únicamente de nuestro esfuerzo? El amor de Dios nos cubre y nos rodea por todas partes, no hay más que dejarse inundar por él.
Tropiezas contra el obstáculo clásico: ese sentimiento de no llegar a nada, de perder el tiempo en la oración, o quizá, ¿quién sabe?, la secreta humillación de no ofrecer a Dios más que una oración informe, desesperadamente vacía. Y comienzas a desanimarte…Te olvidas de que en la oración no estás solo, que Dios está en ti. No se puede juzgar ese tiempo de oración desde el único punto de vista de tu participación. Dios también actúa. Dios, antes que nada. Y su intervención es mucho más importante que la tuya.
Cuando tomas el sol no tienes que hacer nada para que el sol te caliente y te penetre; solo necesitas estar allí y ofrecerte a su irradiación. Lo mismo ocurre con la oración; se trata de exponerse al sol.
Pero al menos habrá que creer en el sol y en su acción. Lo que importa es nuestra fe. Solo ella percibe la acción santificadora de Dios, solo ella nos abre y nos entrega a esta acción.
No comiences, pues nunca tu oración sin tomar conciencia de Dios presente, sin ofrecerte a su amor activo, eficaz.
Y persevera: de tu perseverancia depende que Dios, poco a poco, te transforme, te divinice.
Si sientes la tentación del desánimo, fíjate a qué metas ha llevado la fidelidad a la oración a muchos Santos. Y entonces, ese deseo potente que te había puesto en marcha hacia Dios, el de una unión íntima con él, se despertará de nuevo. Lee este texto de San Juan de la Cruz y en él encontrarás motivos de ánimo:
“El alma llega a estar completamente colmada de los rayos de la divinidad y toda transformada en su creador. Pues Dios le comunica su ser de modo sobrenatural, de tal manera que ella parece ser Dios mismo, tiene lo que Dios tiene, y todo lo que cada 1 de los dos tiene parece ser una misma cosa por esta transformación. Podríamos incluso decir que por esta participación el alma parece ser más Dios que alma, aunque es verdad que ella guarda su ser, el cual es distinto del ser divino, como el vaso es distinto del Rayo, que lo ilumina y lo penetra.”
Henri Caffarel.
La oración es donde tiene lugar esencialmente ese hallarse en la presencia de Dios; hablo de esa oración que es en primer término adoración y ofrenda de uno mismo. Por eso, iniciar y ayudar a los cristianos a orar no ha sido nunca más urgente que en esta época en la que están tomando una conciencia más clara de su vocación Apostólica y de sus tareas terrenales.