Cuando veo un mendigo que me sonríe, veo a una persona sucia que probablemente quiere que le de dinero y eso me pone molesto.
Mis hijos ven a alguien que les sonríe y ellos responden con otra sonrisa.
Cuando oigo una música, me gusta. Pero no sé cantar y no tengo ritmo; entonces me siento y escucho.
Mis hijos sienten el ritmo y bailan. Cantan y si no saben la letra, crean la suya propia.
Cuando siento un fuerte viento en mi rostro, me esfuerzo contra él. Lo siento despeinándome y empujándome para atrás cuando voy caminando.
Mi hijos cierran sus ojos y abren sus brazos y vuelan con el, hasta que caen en el suelo, de tanto reír.
Cuando rezo, digo tú y nosotros, y concédeme esto y dame aquello.
Mis hijos dicen, ¡Hola Dios!, te doy las gracias por mis juguetes y mis amigos. Por favor, mantén lejos de mi los malos sueños esta noche. Yo todavía no quiero ir al cielo. ¡Sentiría la falta de mi padre y de mi madre!.
Cuando veo un charco de lodo le doy la vuelta. Veo mis zapatos enlodados y las alfombras sucias.
Mis hijos se sientan en él. Ven represas para construir, ríos para cruzar y bichos para jugar.
Yo solo quisiera saber,
…Si los hijos nos fueron dados para enseñarles o para aprender de ellos…
Porque un día podría mirar hacia atrás y descubrir que eran grandes cosas, grandes, las que ellos me han enseñado…
Es recomendable apreciar las pequeñas cosas de la vida.
Te deseo: grandes charcos de lodo …
C/ Federico Ma. Sanfelíu, s.j.