Carta 5. Ese don de uno mismo no es verdadero si no lo actualiza una atención ardiente, todo nuestro ser presente ante Dios, todas nuestras facultades despiertas ante él.
Carta 4. Más aún que nuestras palabras importan nuestras actitudes profundas. Y, de entre todas ellas, la respuesta del amor del hombre al amor de Dios.
Carta 3. Sepamos expresar espontáneamente, simplemente, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos a aquel que nos acoge.
Carta 2. Dios está en todas partes, pero sobre todo en el interior de nuestro corazón donde nos invita a unirnos a él para ese diálogo de amor que es la oración.
Carta N 001. Cuando vamos a orar, es preciso que tengamos la convicción de que Dios nos espera.
Carta 12. La oración es obra de Dios, con la colaboración del hombre y no a la inversa. Se trata, pues, de abrirnos hasta el fondo de nuestro ser a la acción divina.
Carta 11. ¿Por qué agitarnos tanto como si el valor de nuestra oración dependiera únicamente de nuestro esfuerzo? El amor de Dios nos cubre y nos rodea por todas partes, no hay más que dejarse inundar por él.