Carta 10. En resumen, se trata de no olvidar que, antes de ser iniciativa y esfuerzo del hombre, la oración es un don de Dios.
Carta 9. ¿Tendríamos que recurrir a ciertos métodos si nos es difícil orar? Por una parte, parece que la oración, como también el amor, no se puede regir por métodos. Sin embargo, existen leyes que propician el diálogo. Tanto en nuestras relaciones con los demás como en nuestras relaciones con Dios sería muy provechoso conocerlas.
Carta 8. A pesar de nuestra buena voluntad, la oración a veces no es como la desearíamos, es decir, con todas nuestras facultades orientadas hacia el Señor, captadas por él. Pero si nuestro ser profundo está centrado en Dios, nuestra oración será verdadera, incluso puede llegar a ser muy profunda.
Carta 7. Igual que cada encuentro entre enamorados es único, del mismo modo nuestra oración, si la hacemos con un corazón atento y creativo, será cada día nueva, diferente.
Carta 6. Para que nuestras palabras y nuestras disposiciones interiores sean agradables a Dios hay que preguntarle primero qué es lo que nos quiere decir y qué respuesta espera de nosotros.
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