SALMO 39

Abre mis oídos, Señor, para que yo escuche tu palabra, obedezca tu voluntad y siga tu ley. Hazme atento a tu voz y fiel a tu acento para que reconozca enseguida los mensajes que tú me envías en medio de la selva de ruido que rodea mi vida.

Abre mis oídos a tu palabra, a tus escrituras, a tu revelación en lenguaje humano para todos y para mí. Hazme que abra con cariño las páginas de tus escrituras, que me alegre al leerlas y disfrute al repetirlas. Que sean música para mis oídos, descanso para mi mente y ánimo para el corazón. Que despierten en mí un eco inmediato de reconocimiento, de familiaridad, de Amistad. Que yo descubra nuevos sentidos en ellas cada vez que las leo, porque tu voz es viva y tu mensaje llega fresco y directo hoy mismo desde ti. Que tu palabra sea para mí revelación, fuerza y alegría en mi camino por la vida. Dame oídos para oír, para entender, para asimilar. Hazme obediente a tu palabra en tus escrituras, Señor.

Abre mis oídos también a tu palabra en mi corazón. El mensaje secreto, el toque íntimo, la presencia sin lenguaje. Un telex divino con noticias personales. Que suene, que se imprima, que me traiga momento a momento la memoria viva de tu eterno amor. Que oiga yo tu silencio en mi alma, que sienta tus consejos y responda a ellos con la espontaneidad de la fe y la seguridad de la confianza. Que sigamos siempre con nuestro diálogo, Señor, sin interrupción, sin pausa, sin dudas o malentendidos. Tu divina palabra en mi corazón humano.

Y abre mis oídos especialmente, Señor, a tu palabra a través de mis hermanos. Sé que me hablas a través de ellos, de su presencia, de sus necesidades, de sus sufrimientos y sus alegrías. Que oiga yo siempre la melodía del género humano a mi alrededor, las notas que me gustan y las que no me gustan, el contraste de las melodías, los sonoros acordes, el contrapunto exacto. Que escuche yo cada acento y preste atención a cada voz en todo momento. Es tu voz, Señor. Quiero estar a tono con la armonía global de la historia y de la sociedad para unirme con todo y que mi vida suene como una nota más en el acorde solemne.

Abre mis oídos, Señor. Gracia de gracias en un mundo de sonidos.

P. Carlos G. Vallés, s.j.