A pesar de que la canonización es un acto reservado exclusivamente a la autoridad pontificia, para declarar santo a una persona fallecida, precede un verdadero proceso judicial de los más rigurosos que existen en el mundo.

Una causa puede durar decenios, y el tiempo transcurrido entre la muerte y la canonización de los santos es muy variable, existiendo casos que han durado siglos. Con el paso de los años, hasta llegar a la declaración de canonización, pueden haber intervenido decenas de jueces y oficiales especializados de la Santa Sede que examinan con detalle todos y cada uno de los pasos que se han dado.

En la canonización de un fiel, intervienen varios organismos de la Santa Sede, pero fundamentalmente es el Dicasterio de Las Causas de los Santos, el que vela por el procedimiento prescrito, “da normas especiales y asiste con consejos e indicaciones a los obispos diocesanos y eparquiales, a los que compete la instrucción de la causa.”

El Dicasterio de las Causas de los Santos, verifica que el prodedimiento se haya realizado conforme a las normas para expresar un juicio de mérito sobre el caso, y someterlas al Romano Pontífice.

La canonización se lleva a cabo mediante una solemne declaración papal de que una persona está, con toda certeza, contemplando la visión de Dios.

El nombre de la persona se inscribe en la lista de los santos de la Iglesia y a la persona en cuestión se la “eleva a los altares”, es decir, se le asigna un día de fiesta para la veneración litúrgica por parte de la Iglesia católica.

El acto de canonización se suele celebrar en una Misa presidida por el Papa, y constituye una de las ceremonias más solemnes de la Iglesia Católica. Regularmente las canonizaciones se han celebrado siempre en la Basílica de San Pedro, o en la plaza de San Pedro, dependiendo de la cantidad de fieles que asistan a la ceremonia.

Todos los santos y beatos de la Iglesia realizaron una misión común: llevar a la perfección la “vida cristiana”. Perfección a la cual todos estamos llamados por el mismo Señor cuando nos dijo: “Sed perfectos como Mi Padre es perfecto”(Mt 5:48).