Es fascinante lo que puede conseguir una persona, un grupo, un pueblo. Hay figuras que son paradigmáticas, que con su determinación y su coraje son capaces de transformar el mundo. Pensemos por un momento en una monja albanesa que, sin recurso alguno, se adentra en los slums de Calcuta dejando atrás las seguridades del convento en que había vivido hasta entonces.
Su determinación para ponerse al servicio de los más pobres de aquella sociedad hizo que muchos otros abrieran los ojos, las manos y el corazón, y hoy la obra de la madre Teresa se extiende por todo el mundo como un verdadero canto a la compasión humana.
Pensemos en Aung San Suu Kyi, convertida en símbolo de la resistencia frente a una dictadura militar atroz en Birmania. Aprovechó su poder, su educación en Inglaterra, sus lazos familiares y el seguimiento de los medios para plantar cara a quienes ejercían el poder de la violencia y las armas.
Ahí está el reto que se nos plantea hoy a cada uno de nosotros: poner nuestras capacidades, nuestra valía, nuestros recursos en juego, al servicio de algo.
¿De qué?
Si hacemos caso al evangelio, de los bienaventurados, de los sencillos, de los pobres, de los hombres y mujeres que encontramos en la vida y que pueden necesitarnos. Al servicio del prójimo, tratando de que su vida sea más plena.
En lo concreto de cada día. Imagina un mundo en el que todos viviéramos así. En el que, de verdad, los educadores quisieran lo mejor para los estudiantes, los médicos para los pacientes. Un mundo en el que todos los políticos pensasen de veras en el bien de los ciudadanos y no en sus pequeñas o grandes ambiciones. En el que las relaciones familiares se construyeran sobre el amor generoso, antes que sobre el egoísmo. Probablemente sería un mundo mejor. Seguiría siendo un mundo imperfecto, frágil y complicado como es el nuestro, porque así somos las personas; pero, con todo, sería un mundo mejor.
Jesús, ilumina nuestros corazones y planta en ellos el deseo de cuidarnos los unos a los otros, danos fuerza, coraje y determinación para seguir en el amor y en el servicio.
José María Rodríguez Olaizola. GCR
EL PLACER DE SERVIR
Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú.
Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú.
Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.
Sé el que apartó la piedra del camino, el odio de los corazones y las dificultades del problema.
Hay la alegría de ser sano y la de ser justo, pero hay, sobre todo, la hermosa, la tan inmensa alegría de servir.
Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho. Si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender.
No caigas en el error de que sólo se hace mérito con los grandes trabajos.
Hay pequeños servicios, que son buenos servicios: adornar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña.
El servir no es faena de seres inferiores. Dios, que da el fruto y la luz, SIRVE.
Y nos pregunta cada día: ¿Serviste hoy?
Gabriela Mistral.