Un gran amigo mío en la India fue el ya fallecido poeta Karsandás Manek, y dimos muchas charlas juntos sobre temas religiosos, él siendo hindú y yo católico. Siempre nos entendíamos muy bien, y nos entendían nuestros oyentes, que también pertenecían a varias religiones pues los había hinduistas, musulmanes, jainistas, parsis, sikhs, protestantes y católicos más algunos agnósticos y ateos. Ecumenismo práctico. Cito una de sus estrofas que me quedó en la memoria en su lengua original, guyaratí, que traduzco al español:
“No lo entiendo, Creador,
tus caprichos me confunden.
En tu mar flotan las piedras
mientras las flores se hunden.”
Es la queja permanente de que a los malos les va bien en esta vida, mientras que los buenos lo pasan mal. Desde Job nos venimos quejando de eso. Mi tía abuela, Julieta, tuvo una enfermedad dolorosa en los últimos días de su vida, y el párroco de San Lorenzo en Huesca la visitaba y la consolaba diciéndole: “Dios le envía ahora estas pruebas, doña Julieta, para que así merezca usted un puesto más alto en el cielo.” A lo que mi tía le contestaba: “Pero señor párroco, ¡si en el cielo yo me conformo con un rinconcico!”
Y a mí, que era muy pequeño entonces, se me quedó la respuesta en la memoria sin entenderla. Más tarde la comprendí. Sabía mucha teología mi tía Julieta.
P. Carlos G. Vallés, s.j.