El joven discípulo de un filósofo sabio llega a casa y le dice:

– Maestro, un amigo estuvo hablando de ti con malevolencia…

– ¡Espera!- lo interrumpe el filósofo – ¿Hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?

– ¿Las tres rejas? -preguntó el discípulo-

Sí,  la primera es la verdad. ¿Estás seguro que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?

– No. Lo oí comentar a unos vecinos…

Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad… Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?

– No, en realidad, no. Al contrario…

– ¡Ah, vaya!… La tercera reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?

– A decir verdad, no.

– Entonces. -dijo el sabio sonriendo- si no es verdad, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido.

Cuanto más sanas estarían las relaciones humanas, si todos hiciéramos pasar por las tres rejas aquellas cosas de las que nos hacemos eco.

 C/ Federico Ma. Sanfelíu, s.j.