Un hombre decidió cavar un pozo en un terreno que poseía. Eligió un lugar y profundizó hasta los cinco metros, pero no encontró agua.
Pensando que aquel no era el sitio idóneo, buscó otro lugar y se esforzó más, llegando hasta los siete metros, pero tampoco esta vez halló agua. Decidió probar una tercera ocasión, en distinto lugar, y cavar aún mucho más, pero cuando llegó a los diez metros, concluyó que en su terreno no había agua, y que lo mejor era venderlo.
Un día fue a visitar al hombre al cual había vendido el terreno, y se encontró con un hermoso pozo.
– “Amigo, mucho has tenido que cavar para encontrar agua. Recuerdo que yo piqué más de veinte metros, y no encontré ni rastro”, dijo el recién llegado. – “Te equivocas”, contestó el aludido. “La verdad es que yo sólo cavé doce metros, pero a diferencia de ti, siempre lo hice en el mismo sitio.”
C/ Federico Ma. Sanfelíu, s.j.