En la sociedad del bienestar, la queja se ha convertido en la expresión más usual. Nos quejamos por nada y con demasiada frecuencia. La queja es casi ya un eco cansino y rutinario ante cualquier contrariedad.
“Quejarse por vicio”, como se suele decir, mala cosa es. Si agotáramos todos los esfuerzos antes de quejarnos, la convivencia, la armonía comunicativa y el diálogo resultarían mucho más fáciles.
La queja por la queja nos amarga la vida y amarga la vida de los demás. Antes de quejarte, haz un esfuerzo de comprensión y de aguante: puede resultar muy saludable para ti y para los que están a tu lado.
En alguna ocasión, sin duda, uno puede y debe quejarse y protestar con motivo. Es saludable. Lo que no conduce a nada es “quejarse por vicio” y ante cualquier pequeña adversidad.
P. Joan Bestard Comas.