La revista de graduados que me llegó el jueves entrevistaba al rector de mis primeros años de universidad, que acaba de cumplir cien años. Le conozco poco, pero le guardo mucho afecto, pese a que nunca llegué a hablar con él. Así que leí la entrevista inmediatamente, más asombrado en cada línea por la visión serena, positiva y clara del entrevistado. Llegué con pena a la última pregunta, que me pareció atrevida y difícil de responder, pero muy a propósito para alguien que ha alcanzado un siglo de experiencia viviendo: «¿Qué es para usted la felicidad?». Por lo visto, lo tenía tan claro que se rio y dijo: «Dar gracias».

Levanté la vista de la página y me quedé en suspenso procesando sus palabras hasta que fui entendiendo. Él había añadido, para ayudarme: «Cuando uno da sinceramente gracias, es feliz». Quizá, pensé, solo quien agradece alcanza a ver lo bueno de la vida, la parte gozosa y amable, que tiene su origen casi siempre en los demás. Eso produce optimismo, esperanza, felicidad. Quien no agradece se queda en el lado agrio, que se manifiesta casi siempre en la percepción de que hace mucho por los demás y, sin embargo, nadie le agradece nada. El ingrato se fija solo en lo negativo, en la parte fea de la vida, habita en la angustia de la infelicidad interminable. La respuesta completa de Francisco Ponz Piedrafita, rector de la Universidad de Navarra entre 1966 y 1979, a la pregunta del director de Nuestro Tiempo fue:

«Dar gracias. Dar gracias a Dios por tantas cosas. Cuando uno da sinceramente gracias, es feliz. Espero que Dios, con su inmensa misericordia, a pesar de tantas deficiencias mías, me acoja como buen Padre y me permita darle eternamente gracias».

Paco Sánchez.

LA VOZ DE GALICIA